La semana pasada, la
profesora Erna nos dijo que para esta clase debíamos venir con ropa cómoda, que
estuviéramos dispuestos a ensuciar y
tirarnos al suelo con ella, ya que trabajaríamos Movimiento Creativo. Al
escuchar esto, lo primero que se me vino a la mente era yo saltando, bailando
raramente, corriendo y rodando por el suelo. Pero cuando comenzó la clase, en
realidad no fue exactamente como pensaba.
Para iniciar, formamos filas
y debíamos apoyar las manos en los hombros del compañero/a de adelante, cerrar
los ojos y empezar a dar unos pequeñitos golpes alrededor de sus hombros, luego
en la espalda y por último sobre la cabeza de la persona de adelante. Esta
actividad funcionó bastante bien, ya que todos mantuvimos los ojos cerrados, la
respiración constante y logramos concentrarnos hasta únicamente percibir los
golpecitos que todos estábamos dando al mismo tiempo.
Inmediatamente, debíamos formar
parejas, la profesora se sacó los zapatos y se subió con ellos en las manos arriba
de una silla. La actividad consistía en que cada uno era un zapato, entonces debíamos
movernos tal como ella los movía. Fue muy chistoso, ya que terminamos todos en
el suelo rodando, tratando de no chocar con los demás.
Hablando de evitar a la
gente, ¿te has dado cuenta lo difícil que es caminar por pleno centro de
Santiago en un horario en donde todos salen de sus trabajos y corren para poder
llegar lo antes posibles a sus hogares? Bueno, nosotros hicimos lo mismo, pero
en nuestra sala. Debíamos caminar por todos lados, tratando de no chocar, luego
teníamos que ir saludando a los
compañeros con los que nos topáramos sólo con la mirada, luego con la mano
derecha, izquierda, con ambas, apretándonos una oreja, las mejillas y hasta
dándonos choquecitos cadera con cadera. Según mi opinión ésto no funcionó muy
bien, ya que la mayoría no logró concentrarse como creo que la profesora
esperaba, así que terminó siendo una actividad en donde no fue tanto el sentido
que se encontró, si no que fue un momento en donde desahogar la risa acumulada.
En un momento la profe nos
dijo que camináramos de espalda y nos quedáramos así con la primera persona con
la que choquemos, yo me estrellé contra la Rayen, una compañera que mide como
medio metro o más que yo. Por lo que fue medio complicado tratar de traspasar
emociones por medio de las espaldas, ya que ella debía doblarse mucho y yo
tratar de ponerme en puntitas para alcanzar sus hombros. Fue divertido.
Se acercaba el final de la
clase, hicimos una coreografía de coordinación que la verdad no fue muy
coordinada, hasta llegar a la parte final. Nos sentamos en grupos y únicamente
por el tacto de nuestras manos, debíamos transmitir sentimientos y energías.
Fue una experiencia nueva en donde más allá de darnos cuenta de las diferencias
entre una mano y otra, se dio la particularidad de que fuimos capaces de
transmitirnos cosas a través del tacto, acción que solemos olvidar.
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